El 10 de junio de 1912 llegó a tierras costarricenses el señor Pedro Raventós. Siendo el menor de 9 hijos en una Cataluña en la que los escasos bienes familiares los heredaba el mayor, tomó la quijotesca decisión de atravesar el Atlántico en busca de mejores oportunidades.

Su única seguridad, 10 monedas que le entregó su padre que ayudarían a su regreso en caso de no “encontrar fortuna.” Nunca las usó y las convirtió en un emblema de motivación en su largo camino al éxito.

Trabajó incansablemente toda su vida, gracias a su esfuerzo y 18 años de interminable lucha, sacrificio, ahorro, y muchas agallas, logró independizarse y crear su propia empresa: el Almacén Raventós, convirtiéndose en un importante suplidor de pequeños negocios y uno de los más importantes importadores de harina del país, una increíble hazaña para quien contaba con escaso tercer grado de escuela.

Un incendio en lo que es hoy el Edificio Raventós, le permitió convertir una desgracia y grandes pérdidas materiales en oportunidad. Ahí construiría la primera de sus edificaciones y la construcción y alquiler de inmuebles desplazaría el comercio. Se convertiría ésta con los años en su más importante actividad empresarial.

Don Pedro, murió a sus 87 años con las botas puestas, no logró ver concluido su último edificio, emblemáticamente bautizado como La Llacuna, el lugar que lo vio nacer y que nunca olvidó.

Don Pedro Raventós, un hombre de generoso corazón para quien el amor a la familia y su vocación al trabajo han dejado una indeleble huella en sus descendientes.

La Familia Marín Raventós, hoy día ha seguido con el mismo amor al trabajo y a la empresa que fundó su abuelo: Corporación Raventós, diversificándola en edificios tales como La Llacuna, Edificio Raventós y Edificio Rofas. Así como la más reciente de sus empresas, MQ Inmobiliaria.